Las prácticas educativas siempre en observación

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El domingo 10 de octubre de 2010 La Nación Revista publicó una columna mía asociada a la nota “Tecnología vs. buenas notas“, basada en algunos estudios que cuantifican la baja de rendimiento en las aulas a partir de la incorporación de netbooks y otras tecnologías.

Más allá de la incomodidad intelectual que me genera que alguien crea más en una afirmación porque tiene un número que la apoya sin saber bien cómo se ha medido, lo cierto es que nuevamente la cuestión de “la compu” en el aula se plantea como un problema de rendimiento.

Aquí la transcripción de la columna:

Las cosas ocurren cuando los dispositivos se vuelven invisibles: luego del período de “enamoramiento” (el asombro por las funciones tecnológicas) viene la “naturalización” (las tecnologías son parte del paisaje) y con ella la posibilidad de pensar y hacer más allá de las barreras operativas.

Este “pensar y hacer” exige una comprensión profunda acerca de lo que sucede y acerca de cómo hacer para que suceda, en un contexto determinado por una serie de actores que interactúan: profesores, estudiantes, familias, amigos y cada vez más la Web en general. Por lo tanto, las computadoras en las aulas por sí solas no operan los cambios: se trata de un nuevo ecosistema educativo en el que están involucrados e intermediados todos estos actores.

Además, las computadoras generan ese extraño efecto de lo tangible, su irrupción en un ámbito determinado no puede ser obviado: allí está “esa cosa”. El software, mucho más sutil, es el que verdaderamente irrumpe en los procesos asociados al conocimiento, aportando una plataforma de producción (como objetivo de mínima), hasta espacios de construcción colectiva (en el mejor de los casos).

Las computadoras son, entonces, un ítem menor dentro del presupuesto del proyecto. Los argumentos que dan a las computadoras como la causa de ciertos resultados son lineales y deterministas. La atención se debe centrar en interrogarse sobre cómo el dispositivo se configura dentro de esta red de actores para ser vehículo de los procesos de aprendizaje, catalizador de las motivaciones, y articulador entre las personas.

La emergencia de casos relevantes de aprendizaje depende de estos factores. Es útil considerar las categorías de “nativos” e “inmigrantes digitales” para explicar parte de algunos resultados dudosos: los nativos nacen con algunas de estas tecnologías naturalizadas, y los docentes aún no se acercan ni siquiera a la etapa de enamoramiento de los dispositivos. Difícilmente pueda surgir de esta red una interacción fructífera por el momento. El cambio poderoso está en las prácticas y no en la infraestructura.

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