El insulto de estado tampoco es delito

Marcha de las piedras PH: Martin Parselis
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A propósito de la autodefensa por el incumplimiento presidencial del decreto de cuarentena: cuando no existía la figura del femicidio, ¿qué pensaba Alberto Fernández de las mujeres asesinadas?

Solo un abogado puede pensarse a sí mismo en relación a lo que se considera un delito. Afortunadamente gran parte de la población tiene un sentido común construido en base a la consideración de los otros a través de algunos principios éticos, que son previos (lógica y temporalmente) a la política y al derecho. Afortunadamente, el fenómeno antropológico es infinitamente mayor que un código.

Lo mismo ocurre con el insulto de estado: no constituye delito elogiar a una profesora que defiende a un gobierno y denosta a otro en forma vehemente dentro de un aula, acción que según las evidencias es una clara “bajada de línea” o la pretensión del adiestramiento que es una tendencia en varias zonas de la educación argentina.

Pensar en términos de delito es, tal vez, una de las peores cobardías que tiene la misma inspiración de los festejos por las liberaciones de presos impresentables o de los sobreseimientos logrados por esos vericuetos técnicos del sistema jurídico.

Tampoco es delito mentir. Así como la fidelidad a una pareja puede no cumplirse y ello no constituye delito, puede prometerse la inmunización de una sociedad doblegada a decretos sin cumplir la promesa ni una sola vez. Y ya son más de cinco veces. No es delito explicar que a todo el mundo le fue mal, cuando cualquier ranking coloca a la Argentina entre los peores puestos en la gestión en pandemia.

No es delito preferir socios externos de (al menos) dudosa reputación democrática y destruir relaciones tradicionales con países desarrollados. No es delito dejar de medir la calidad educativa.

No es delito recitar frases sin contenido en una campaña, algo que tampoco es vinculante, y que permite liberar a los que viven de la política a decir cualquier barbaridad secando más y más el debate público.

No es delito utilizar a la militancia para construir poderes personalistas. No es delito repetir al pie de la letra el pensamiento de otros sin que tengamos el propio. No es delito ser bruto e ignorante. No es delito creer en mitos. No es delito insultar a todos los que trabajan e intentan resguardar lo mucho o poco que logran construir. La lista de los no-delitos es interminable.

Marcha de las piedras PH: Martin Parselis
PH: Martín Parselis durante la Marcha de las Piedras

El valor y las virtudes de una persona parecen evidenciarse muy lejos de lo que (ocasionalmente) puede ser un delito. Mover y apropiarse de las piedras que dejan deudos representado a sus muertos probablemente tampoco sea un delito.

Casi nada es delito. Pero casi todo es inmoral.

Por ahora, tampoco es delito tenerles asco.