Tardé muchísimos meses en dedicar un segundo para googlear qué era “Wachiturros” (confieso que no sabía si era un payaso, un comic, o un programa de TV). Lo que encontré me recordó cientos de discusiones que mantuve desde mi adolescencia sobre la cuestión de la música popular. Hace no mucho tiempo dejé de discutir, dentro de lo posible, sobre los productos de la “industria” de la música (ya el hecho de denominarla de ese modo es un poco sospechosa), especialmente cuando me encuentro con interlocutores que plantean la cuestión del “gusto” como una especie de justificación indiscutible y absoluta con respecto a lo que cantan o bailan en un período de tiempo, que además suele durar algún que otro mes.
Es difícil encontrar interlocutores que se tomen en serio las expresiones artísticas y no las consideren un objeto funcional (es “para divertirse”, es “para una cena”, “es para”…). La música es un emergente cultural increíble y auténtico, hasta que es impuesto por la “industria”, pero además la sensibilidad que implica su percepción requiere de ciertas capacidades (que se pueden desarrollar) combinadas en la música popular generalmente con la “lírica”, las letras.
Si uno recuerda a las murgas que a fuerza de baile y puro ritmo exigían y mostraban problemas sociales, del mismo modo que el tango hablándonos frecuentemente en un tono costumbrista sobre los personajes del barrio, la vieja o la percanta, es sencillo construir un paisaje mental sobre todo eso. La música popular además es empática, es eco emergente de algo que está flotando “en la calle”. Así, el “rock nacional”, esa suerte de síntesis entre lo social, lo costumbrista y los eternos amores que se expresaban con fuertes influencias externas pero adaptadas al sonido y ritmo rioplatense, tomó la posta de la riquísima música de estas tierras. Y esto sin mencionar expresiones del interior como las copleras que desde su fortaleza femenina no callaron sus intereses y sufrimientos.
En resumen: de uno u otro modo expresiones tan distintas hacen florecer cuestiones por un lado relevantes y por el otro trascendentes.
No es extraño en algunos sectores tercerizar la decoración tampoco. Así muchas obras plásticas se convierten también en objetos funcionales cuyo único valor es el de ser “armoniosos” con el ambiente, y no valiosos desde su técnica o mensaje. Toda la expresión artística se fue rebajando a lo funcional, y a que moleste intelectualmente lo menos posible, cosa que en la música se verificó en el show (sorprende más el espectáculo que el contenido, bandas hoy mediocres como U2 son valoradas por sus puestas en escena y poco analizadas musicalmente).
Logramos que el arte sea un bien de consumo como un cartón de leche (cuyo consumo tampoco es racional). No encuentro otra explicación a la masificación de los Wachiturros, acompañados de otros fenómenos pop sin ninguna trascendencia, caso Shakira o cualquiera de los melódicos latinos (Arjonas, Montaneres y tantos otros lejos del Cono Sur) que venden más por su aspecto (además la industria se ocupa de insistir en sus categorías estéticas) que por su valor musical.
Nos embrutecimos artísticamente. No pretendemos más que refugiarnos en “me gusta y punto” por lo que no hay conversación posible. No percibimos el mecanismo achatador de la industria. Y lo peor de todo: no nos preocupa.
Mientras pasaron los años en los que intenté dejar de discutir, también puse un umbral muy íntimo: no voy a escuchar a quien no tenga nada que decir. Y quedaron tantos fuera….
Muy buena tu postura. Yo “aprendí” a escuchar ciertas músicas sin emitir comentarios devastadores. Que no es lo mismo que aceptar esos engendros como verdadera música. Más si sabemos que eso está alimentando los bolsillos de un par de vivos que vieron un negocio en el hecho de jugar, por un lado, con las ilusiones de los pibes (prometiendoles fama y fortuna) y por otro, hacer masivo un producto hecho con dos centavos (hablando en plata y en calidad artística) al que no le encuentro otro fin más que el de achatar y seguir bajando la calidad de lo que consume la media.
Gracias por esta catarsis. Creo que es necesaria.
Por cierto… creo que no te enteraste de la contrapartida femenina de los wachiturros: las culisueltas. Es lo mismo (posta, es la misma base, con los mismos sonidos), pero con un mensaje para las chicas que dan ganas de salir con una escopeta a destrozar las oficinas de LatinMol (productora responsable de toda esta bosta).
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