Polimateando

Alejandro Piscitelli Polímatas. El perfil antidisciplinario del trabajador del futuro
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Alejandro Piscitelli tomó la figura del polímata hace varios años para hacernos ver que las disciplinas van perdiendo el glamour que tenían hace algunas décadas a la luz de los cambios exponenciales que vivimos. Por supuesto siempre hay personas que con asombrosa vocación buscan la profundización rigurosa de cada una de las disciplinas que conocemos, pero el resto de los mortales tal vez necesitemos una propuesta formativa algo diferente.

Uno de los primeros registros que vi de Piscitelli sobre polímatas no se distancia demasiado en el tiempo de otras charlas sobre EduPunk, por lo que sospecho que el diagnóstico sobre las disciplinas como algo limitante en los perfiles ya venía desde tiempo atrás. Por supuesto desde aquel entonces el desarrollo de sus ideas fue enorme.

En el XV Foro Latinoamericano de Educación organizado por Santillana y la OEI tuvo un documento base que intenta poner esta perspectiva en agenda: Polímatas: el perfil antidisciplinario del trabajador del futuro.


La idea de antidisciplina es inmensamente atractiva para los que caminamos por varios campos, especialmente por la insuficiencia de cada uno de ellos por dar cuenta en forma integrada de la realidad. Es cierto que la multidisciplina y la interdisciplina son caminos algo más programáticos y que son muy relevantes cuando nos enfrentamos a problemas complejos. Posiblemente encontremos que algunos polímatas podrían ser etiquetados fácilmente como transdisciplinares.

Sin embargo, el primer asunto que me atrae es que la etiqueta de polímata se acompaña de un nombre propio. Hay algo único en esa persona. Y esto cambia mucho la perspectiva: si bien el concepto implica inicialmente a las disciplinas, invita a ocuparse menos de cómo relacionar las áreas de conocimiento para presentarlas de alguna manera, para enfocarse en cómo cada persona es capaz de traspasar esos límites para construir una forma propia de acceso al mundo.

Polifruteros

Un cargo no es garantía de expertise. Por ejemplo, los CEOs se llevan su estilo y know-how en la mochila cada vez que cambian de Corporation haciendo de eso, y de algunas técnicas, una habilidad que los puede llevar desde fabricar soda hasta competir en la carrera espacial del siglo XXI. “Saben ser CEOs” pero eso no los hace polímatas.

Existe también el caso contrario: el desparpajo que tienen algunas personas para asumir cargos para los que no están preparados. Esto a veces es tan visible que se convierte en casos paradigmáticos de vergüenza ajena. Cuando el cargo queda grande, aparecen los problemas, y comienzan las épocas “polifrutales” que no son exactamente de “ensalada de frutaS” sino de discursos que son verdaderas “ensaladaS de fruta”.

Es decir: una serie de discursos vacíos y variopintos sobre cuestiones importantes. Esas ensaladas no solo no hacen ningún aporte sino que además confunden. No confundir a los polifruteros con los polímatas.

El camino hacia “la polimatía” no es sencillo: requiere de un hábito permanente de especulación. El what-if constante que ramifica la visualización de las ramificaciones del futuro, nada menos que para ser actor de ellas. Como cada respuesta en borrador para cada what-if requiere de nuevos aprendizajes, no hay “fruta”.

Polirritmia

La urgencia para dar respuesta a la irrupción de problemas muy complejos claramente mayores a las habilidades de casi todas las personas del planeta, se constituye en una fuerza feroz que a veces sugiere tomar atajos.

En cada atajo hay un buen negocio. Pero además, proporciona la sensación de haber hecho lo correcto en tiempos de cambios acelerados. Primero: no lo sabemos. Segundo: resolvemos la demanda inmediata sin advertir, muchas veces, que los problemas crecen y se multiplican, y que el primer atajo nunca será suficiente relativamente rápido.

Pero la formación es lenta, y si, además, no forma las aptitudes necesarias, sería lenta e inútil.

Esas aptitudes son las de praxis, pero también las reflexivas, críticas, culturales, las que requieren de un ritmo distinto al ritmo de la praxis. La educación se ocupó de esto con las queridas escuelas técnicas cuando los ritmos del desarrollo tecnológico eran más parecidos a los de la formación. Hoy encontramos ritmos diferentes en cada una de las dimensiones que observemos, lo que hace cada vez más necesaria la formación en habilidades de integración y anticipación.

Posiblemente entender el mundo que va a cambiar en ritmos “dispares” (según el ojo habituado al monorritmo) será una de las habilidades más importantes para poder accionar en la vida. Esto es lo que Piscitelli denomina “Auscultar el pulso del mundo“.

Polirrubro

La idea de que la instituciones formativas deben garantizar un nivel homogéneo de formación para todos los (¿futuros?) ciudadanos es una afirmación que nos acompaña desde siempre. De hecho, hemos creado un mundo de certificaciones que acompañan y coronan esos procesos.

Sin dudas hay vocaciones disciplinares fundamentales, y sería bueno que hayan más. Un físico teórico suele ser un personaje cuya visión del mundo nutre a cualquier conversador, además de desarrollar la física con una epistemología exquisita y con problemas que ni siquiera imaginamos que existen.

Pero antes de esa hiper-especialización transitamos la uniformidad con salpicaduras de diversos campos rara vez conectados entre sí. Es cierto que la escuela de hace 100 años no es como la de hoy y que se han hecho esfuerzos por crear espacios transversales, como también es cierto que no hemos logrado formar ciudadanos con amplia (y larga) mirada del mundo.

Los muchos años escolares, además de condenar el polifruteo y hacerse cargo de la polirritmia, podrían ser tiempos de concurrir a la escuela como si fuera un polirrubro: un lugar donde podríamos encontrar todo lo que se nos ocurra, asociado a la vida de nuestro tiempo, por supuesto. Una especie de pañol disponible para construir todo: cosas, artefactos, conceptos, ideas, clubes, relaciones no evidentes.

La antidisciplina, el antídoto contra la monotonía

En ese polirrubro anda Alejandro Piscitelli proponiendo filósofos ingenieriles, tanto como ingenieros filósofos. Y esto me emociona tal vez porque hayamos pensado algo similar desde las disciplinas que nos volvieron antidisciplinares. Aunque de lejos no lo parezca, mis largas conversaciones con Miguel Angel Quintanilla han derivado también en eso. Por un lado descubrir en él un filósofo maker, y por el otro mi desparpajo por esquivar algunos rigores de su filosofía analítica.

La cuestión es encontrar nuevos problemas que abran nuevos campos del conocimiento. Porque es lo que proponen los futuros. Y esto no es posible encorsetados. Si bien hay rebeliones de distinto tipo, el polímata termina siendo el que efectivamente desarrolla su propio modo de estar en el mundo.

El antídoto para la sobrevida en el futuro es para Piscitelli “sembrar polímatas”, y qué mejor lugar que la escuela polirrubro para hacerlo. Y agrego, tal vez exagerando la polarización: serás polímata, o serás (en el mejor de los casos) autómata.