El saber sonoro es un conocimiento ancestral que abre acceso a nuevas sensibilidades. Y en cada ocasión, el afán por aprehender la esencia de la música plantea, desde Pitágoras, diferentes cuestiones con relación al tiempo, la armonía, la estructura, la síntesis, el orden, la improvisación y la composición. Dentro de la lógica pitagórica la música era principalmente matemática, compartiendo un cuarteto fuerte: aritmética, geometría, música y astronomía.

Por ello en su escuela surgió también la idea de una música cósmica que provenía del movimiento de los planetas, expresada en el equilibrio y la proporción entre las matemáticas, el pensamiento y el sonido. En 1932 Gustav Holst compuso su suite “Los planetas” combinando además la astrología y años después la NASA produjo sonidos del Universo y sonidos a partir de Agujeros Negros.

La cuestión sonora cruza a estas mentes matemáticas, tanto como a Gilles Deleuze y Félix Guattari: “La invocación al Cosmos no actúa en absoluto como una metáfora; al contrario, la operación es efectiva desde el momento en que el artista pone en relación un material con fuerzas de consistencia o de consolidación”

Las últimas décadas deconstruyeron también los cánones musicales tradicionales para encontrar otras lógicas rítmicas y armónicas, y aun multiplicando la disponibilidad de instrumentos y espacios de escucha y experiencia, la música continua su camino misterioso: de la totalidad “ruidosa” y caótica del mundo sonoro, cada obra musical sustrae duraciones, intensidades, ritmos y velocidades para crear obra. 

Este taller buscará este proceso de una manera transparente a partir de la expresión plástica.