La ceremonia inaugural de los Juegos Olímipicos suele ser larga, a veces aburrida, cosa que no está ocurriendo en Beijing. Aún no ha terminado y ya tengo un par de impresiones claras.

Siempre el trabajo en equipo, bien coordinado, de centenares de personas creando figuras en un estadio asombra en alguna medida. Pero esta vez la magnitud es mayor, sea por la magnitud del estadio o por el mensaje de “gestión” masiva que puede mostrar China.

Esta gestión masiva estuvo también en función del cuento chino del espectáculo (me refiero al guión), donde hubo una oportunidad histórica de mostrar masivamente al mundo qué “cositas” han tenido que ver con la milenaria cultura china. De este modo han estado presentes los tan utilizados fuegos artificiales, el barrilete, y sobre todo un número dedicado a los “tipos móviles” que Gutenberg ha sabido adaptar a Occidente.

Por el momento también hay un acierto en el aggiornamiento de algunos símbolos, incluso con una cantante de rasgos occidentales entonando con un chino.

El mensaje que creo entender es el de China ya está en el mundo. Pero además no de cualquier manera: el despliegue tecnológico sincronizado con las performances humanas de mucha novedad para las artes escénicas, también demuestra que no están en el mundo de cualquier modo. La performance de bienvenida como metáforma de un display tecno-humano ha dejado claro que China está en el mundo, y es poder.

Luego será el turno de las disciplinas y del asombro por las habilidades deportivas. Pero antes, lo interpreté de este modo.