Les penes son suyes

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Hay tantos militantes por el “lenguaje inclusive” como ridiculizadores del movimiento que se inicia con un lamento que se convierte en un programa de acción, como tantos otros lamentos que luego derivaron en otros movimientos. Solo para actualizar a Don Ata, hoy diríamos “les penes y les vaquites”, aunque hoy les vaquites (además de ser ajenas) probablemente tampoco sean comestiblxs por alguna otra razón militante.

No es extraño participar de reuniones en las que unos adoptan el inclusive y otros no. Con muy poco margen de error, la correlación entre adoptantes y no adoptantes con respecto a nítidas ideas políticas es asombrosa. Esto implica que no solo se adopta el inclusive sino también un marco de ideas cuya manifestación social es el lenguaje. Es interesante pensar si se puede pensar en estos términos, o si el propio lenguaje ya pensó a los adoptantes (si, hay mucho escrito sobre quien piensa a quien).

Esta idea es justamente la que utilizan para juzgar a los no adoptantes: se supone que fuimos pensados a través de un lenguaje machista. La diferencia es que no hubo un diseñador. Esto significa que siguió la dinámica de transformación tensionada entre usos y costumbres, la economía del lenguaje, adopciones y cambios producidos por inmigraciones, etc. Es decir: “evolucionó” a partir de los contextos e interacciones sociales a lo largo del tiempo. Cuando estos usos y costumbres se mantienen por un tiempo, se cristalizan en “reglas”, que cambian, lentamente.

Lo interesante es que esta cristalización es un “emergente” de nuestras relaciones, sin que haya un “diseño” para que termine siendo de un modo u otro. Los militantes del inclusive, en cambio, pretenden un cambio por diseño. Esto implica que tienen finalidades e instrumentan las reglas de ese cambio. En lugar de preservar la dinámica de cambio de una lengua, buscan cambiarla según sus creencias, que por otra parte, son parciales.

En lugar de dejar que el lenguaje siga su camino como algo que no puede ser apropiado por nadie (es un common cultural), buscan apropiarse de las reglas para que todo el resto de la comunidad transforme el modo de hablar, escribir… comunicar (se). Este es el verdadero problema del asunto: ¿con qué legitimidad un grupo impone sobre el resto un cambio en algo que no les pertenece en forma exclusiva?

Dado que consideran que son partícipes de una gesta de igualitarismo (en el mejor de los casos) justifican esta apropiación, lo que también deriva en el problema de la relación entre medios y fines, tan clara cuando hablamos de proporcionalidades en nuestras acciones, cuestión ética básica. Para hacer visibles los múltiples géneros, consideran que pueden cambiar unilateralmente aquello que es de todos, y entonces estarían cometiendo varios “delitos culturales”.

Uno de ellos es la escuela… no voy a profundizarlo, pero ¿con qué derecho una “seño” fomenta el inclusive en la clase de mis hijes cuando yo no concuerdo con su uso?

Cuando alguien pronuncia la palabra “todos”, todos entendemos que todos estamos incluidos. Pero a veces alguien corrige interrumpiendo con la palabra “todes”. ¿Quién es el no-inclusivo? ¿Todos los que incluimos a todos en la palabra “todos”? ¿O el juez corrector?

El juicio sobre los genéricos masculinos es un juicio forzado, pero la corrección es aun peor, porque es la sentencia de un juicio acelerado: para muches, quien utiliza el genérico masculino es sencillamente un “macho patriarcal opresor”. Me cuesta mucho entender esta relación, porque la sentencia no tiene argumentación. Y cuando se expresa un ensayo de argumento, también termina en el juicio hacia el hablante, la mayoría de las veces apelando a una sentencia previa que parece compasiva pero resulta ser muy violenta: “no te das cuenta porque estás dentro del sistema patriarcal”. Esto elimina toda posibilidad de discusión, pero es más que eso: presupone que hay un grupo de iluminados que ven problemas y otros que son idiotas que no pueden pensar por sí mismos.

Este grupo iluminado, además de apropiarse del lenguaje, destrozar la proporcionalidad entre medios y fines y sentenciar sin argumentos, pretende que en este momento, que es el que ellos consideran apropiado, todos cambien. En honor a mi libertad y autonomía, no creo que sea aceptable que alguien tenga la potestad de obligarme a un cambio con el que no acuerdo, y que por ello se practique discriminación, porque finalmente ese es el resultado.

Lo más interesante es que todo lo dicho no niega ninguno de los reclamos del feminismo, aunque por lo general se asocia una cosa directamente con la otra. Si agrego que no estoy de acuerdo con la totalidad de los reclamos feministas “en bloque”, sino parcialmente, (ni de todos los feminismos “en bloque”, que son muchísimos y distintos), lo único que puedo esperar (otra vez) es la condena.

El inclusive confunde. Si ese “patriarcado opresor” es el que les ha generado penas, y el inclusive les emancipa, deberían cuidar la forma que toma la dinámica del lenguaje para no reemplazar sus penas por penes (no inclusivo). Porque la imposición se parece mucho al patriarcado que critican.

PD: evité la discusión sobre la idea de que el lenguaje crea realidad porque… ¡uf! no solo es mentira, sino que requiere un post largo y extensamente referido. También evité la función de la RAE en esta discusión porque sería mucho más técnica. No hay mención a los medios y a la instalación que podrían potenciar, como tampoco hay menciones a ejemplos como el maravilloso lunfardo porteño de Buenos Aires. Aunque para muches venga en combo, no hay mención a las líneas feministas, y tampoco se me hubiera ocurrido entrar en la desbiologización. No hay tampoco referencias a gigantescos estudios del lenguaje que explicarían buena parte de la “ninguna necesidad del inclusive” como reiteradamente han explicado miembros de la Academia Argentina de Letras (si, ya se, la institución y bla bla, pero tienen excelentes argumentos luego de haber estudiado la evolución de la lengua…)

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