No contaban con mi astucia

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La mayoría de mis clases se basan en discusiones. Pero no son discusiones dentro de una práctica de juego de rol, o a partir de largas lecturas, sino de reacciones espontáneas a partir de alguna idea provocadora que suelto al aire. Entre distintas materias de grado con estudiantes locales e internacionales en universidades públicas y privadas, esas reacciones, a veces en forma de enojos y otras bajo argumentos, se transforman en unas 400+ voces por año (un tercio futuros ingenieros, y el resto mayormente comunicadores) que indican mucho de los presupuestos de este tiempo. No me interesa hacer una estadística (no pienso hacer el esfuerzo por sistematizarlo), pero sí prestando atención, con algo de pericia docente, es posible advertir algunas tendencias que se mantienen a lo largo de los años.

Entre estas tendencias hay dos que limitan mucho la posibilidad analítica de los estudiantes, no porque no tengan la capacidad en algunos casos, sino por las derivaciones de lo que presuponen, de lo que asumen como punto de partida. Una es la naturalización de la tecnología y la (equivocadísima) idea de que las nuevas generaciones tienen una comprensión de ellas superior a otras generaciones. Esta idea (insisto y milito: muy equivocada) tiene orígenes el la idea de las “brechas” (especialmente la generacional) y que en el mundo de la educación, aunque ya abandonada, fue impulsada con al idea de nativos/inmigrantes digitales de Prensky (también muy equivocada) La crítica a esta tendencia luego de muchas horas de esfuerzo terminaría estableciendo la necesidad de formarnos en Cultura Tecnológica.

La otra idea que flota permanentemente es la “astucia” que en el lunfardo porteño de Buenos Aires es el “vivo”, “avivado”, “avispado”, lo contrario al “gil” o al “boludo” (palabra que nos identifica en Iberoamérica) Esa astucia, esa avivada, es valorada como algo positivo, como un atributo que se otorga a alguien que, finalmente, obtuvo algún beneficio a diferencia de otros menos avivados, o a costa de algunos giles.

Para ilustrar cómo este tipo de supuestos previos dificultan la posibilidad analítica pasamos por casos muy cercanos como Uber (y similares) y vamos hasta la edición genética por el método CRISPR, y distintas instancias de la industria de los alimentos, entre otros casos. Por lo general las primeras reacciones se resumen en “y… ¿cuál es el problema?

La naturalización de nuestro entorno tecnológico dificulta pensar sobre las procedencias y los rasgos históricos de cada tecnología. La valoración de la astucia resume toda la procedencia en alguna habilidad de los creadores. En algunas ocasiones esa astucia se asocia a alguna conspiración. Tanto la hipersimplificación de la procedencia como la valoración de la astucia contribuyen a una mirada sobre la tecnología que se arraiga en el instrumentalismo (en el sentido que da Feenberg). Una forma de analizar esto son las distintas desvinculaciones (técnica, cultural, representacional) planteadas en los libros “Tecnologías Entrañables” y “Dar sentido a la técnica”.

Me preocupa especialmente la astucia. Muchos negocios exitosos se explican desde la astucia y se crean estudios de casos en las carreras de negocios basados en la originalidad y creatividad de alguna persona que vio una oportunidad, mitificado por el discurso del emprendedorismo. Incluso una oportunidad de negocios explotada suele asociarse con la innovación, sin ningún tipo de esfuerzo por diferenciar “lo nuevo” de la avivada. Así, un caso como el de Uber o el de Microsoft cuentan con sentencias apresuradas como “pero han ganado mucho dinero” Y aquí es donde aparece el rasgo limitante de la astucia: si han sido capaces de ganar dinero, es porque su idea ha sido aceptada, y entonces está bien.

Es muy difícil desviar la discusión hacia la incorporación de más criterios que el éxito económico para analizar estos casos. De hecho, algunos conocen (o han oído hablar de) a Harari o a Bilinkis, pero casi ninguno a Morozov o a Sadín. El efecto del Filtro Burbuja como marco que se torna analítico para analizar este tiempo también tiene sus referentes.

Estaremos de acuerdo en que en el ambiente CTS esto no es algo novedoso, pero también estaremos de acuerdo que el marco analítico CTS no es el que está en la formación de los que hoy son estudiantes de grado. Por lo tanto, más allá de los esfuerzos por el estudio de este campo por nuestra parte, las aulas son un gran vehículo para, al menos, ampliar los criterios y modos de analizar nuestro entorno tecnológico. La práctica de estas discusiones con estudiantes implica trabajar con quienes no han oído hablar nunca de estas cosas, a diferencia de las discusiones entre los que sí trabajamos en esto. Por ello creo que en el aula se trata menos del estudio del campo que nos entretiene entre papers y congresos (y que es muy valioso “dentro” del campo) sino de buscar cuáles son estos supuestos previos para que otros se hagan visibles.

Cuando la astucia emerge como un valor para el juicio de los casos, no es posible responder con “debemos tomar posición política”, o “tal autor ha dicho tal cosa”, considero que hay que trabajar sobre el contexto de la astucia y preguntarnos por qué la astucia es un valor para un grupo tan grande. Y como el aula es como la trinchera (donde las cosas realmente ocurren), y como no podemos elegir a nuestros estudiantes, el punto de partida es el sistema de creencias.

Muchas veces con recursos muy generales podemos visibilizar mucho. La idea de la tecnología como un mediador social de Parselis, que puede relacionarse con la política en los artefactos de Winner, o el espacio de posibilidades de Broncano discutiendo el contenido de las “legítimas”, son suficientes para abrir un marco analítico muchísimo más amplio. Este tipo de consideraciones analíticas que no están necesariamente comprometidas con alguna ideología que personalmente podremos suscribir, son un camino más amable que ayuda a la reflexión sobre procedencias, posibilidades, actores sociales involucrados, y contextos desarrollo tecnológico.

Lo que pueda derivarse de esta ampliación de la mirada puede tomar diversos caminos. Pero sin este primer paso que pone en crisis los supuestos previos no creo que sea posible que se desarrolle en cada estudiante el interés y la construcción de capacidades que los ayuden a mirar con mayor atención nuestro entorno tecnológico. Como diríamos en Buenos Aires, es el primer paso para que la avivada no sea un valor fundamental, y también para que no nos tomen por boludos.