Cambiamos el mundo por las buenas, o cambiamos el mundo por las malas. Pero lo cambiamos. La idea de sincronicidad como de conexiones acausales sugiere el abandono del determinismo absoluto. No puedo de dejar de pensar en que el Mayo del 68 estuvo sincronizado con la aparición de Internet. Tampoco puedo evadir la idea de que el movimiento hippie trajo nuevas sensibilidades, o que el punk poco después fue un agravio crítico cultural sincronizado con el cansancio frente a un mundo que no se percibía que funcionara bien.
Solemos estar convencidos de que hoy los jóvenes son los que lideran los cambios, y en los finales de los 60 ellos también lo creían. Pero los que han construído poder instalado institucionalmente no son ellos: son mayores a ellos. ¿Quiénes son los que en “sincronicidad” con el Mayo francés desarrollaron Internet? ¿Quiénes son los que luego de vivir distintas revueltas universitarias cambiaron el mundo? ¿Quiénes son los que hoy cobran venganza de represiones a través de sus obras?
Los indignados en Europa como los estudiantes franceses se “empoderaron” (de empowerment), por algún motivo sintieron que podían hacerlo, tuvieron la fuerza para hacerlo, y eso convierte a las consignas y al modo de empoderamiento en un factor clave.
Algunos de ellos son los que en “sincronicidad” con revueltas y desprecio por lo que consideraban malo e injusto del mundo, lo cambiaron, al menos en parte o momentáneamente. Algunos por las buenas, otros por las malas. La idea de vanguardia no es menor en esta ensalada, no todos los reclamos son iguales, ni sus procedimientos. Asumo que el inicio siempre es legítimo, una vez naturalizado es sólo un procedimiento más.
En estos casos no importa ni la ley, ni el orden. Hay empoderamiento mutuo entre quienes empatizan deseos e ideas. No debería ser un dato menor que Internet como red integradora de otras redes, con protocolos abiertos, y con espíritu horizontal y descentralizado esté en sincronía con estos movimientos sociales. Tampoco lo es que la genialidad de Jobs, y su paso por los ácidos, haya dado como resultado en su maduración productos revolucionarios desde el punto de vista cultural. No es menor que el arte haya explotado por aquellos años en distintas expresiones vanguardistas, ni tampoco que Barlow haya tenido 20 años en ese momento.
Hubo sincronicidad, pero no necesariamente perseverancia. Muchos abandoraron el camino, y pocos lo profundizaron. Si hubo una herencia fuerte sobre ocuparse por algo más que del dinero, despreciado permanentemente por estos grupos, liberándolos a pasiones y vocaciones que algunos supieron poner en concreto en producciones intelectuales, atrísticas y de consumo.
Esta sincronicidad también es poder. Solemos atribuír muchas causas a las distintas crisis de los últimos 50 años, pero tendríamos que revisar cuántos nos explicaron, por las buenas o por las malas, que este mundo no puede sostenerse de este modo. Los 60, 70, 80, 90, 2000 y 2010s tienen expresiones fuertes, bastaría con recorrer algunas expresiones musicales.
Esa Internet que surgió en sincronía con los hippies y el Mayo del 68, es la misma que hoy “empodera” a otras revueltas y aborrece el copyright y el lucro mientras se separa de ideologías políticas. La historia dirá si se convertirá en un factor principal para entender cómo surgió un mundo nuevo luego de este período de crisis cultural que ya lleva 60 años. Lo que parece ser claro es que los valores y motivaciones permanecen intactos. Como muestra: la Declaración de Independencia del Ciberespacio.
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