De bichos virtuales y nomenclaturas articulantes

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Durante marzo de 2023 Paula Zuccotti es parte del equipo de curaduría de una muestra de objetos en el MALBA (Del Cielo a Casa). Ella, como etnógrafa, dio una conferencia previa a la inauguración de la muestra recorriendo una serie de riquísimas experiencias que responden al interrogante de “qué le pasa a las personas en relación con los objetos”.

En su introducción mencionó varios ejemplos de conceptualizaciones alternativas que los usuarios hacen de las cosas que los rodean. Por ejemplo, mostrando una máquina de escribir, parafraseó la definición de un niño del siglo XXI que la describía más o menos como “una impresora interactiva e inalámbrica”.

Los que hemos vivido alguna fracción del siglo XX sabemos que no es una impresora, que no es interactiva en el sentido actual y que no es que sea inalámbrica sino que se trata de mecanismos en los que no interviene la electricidad. Sin embargo, estos elementos no pueden quitarse del imaginario de este niño.

En un artículo de ABC los autores comentan una serie de videos en los que exponen diversos objetos a niños, y en este mismo caso aseguran cosas como éstas:

Es básicamente como un ordenador sólo que no tienes una pantalla para ver los mensajes

Una de las niñas señaló que era mucho mejor la máquina de escribir que los ordenadores.

"Me gustaría quedarme con una de estas. Un ordenador necesita batería y cosas de electricidad, esto no lo necesita. No malgasta energía"

En todos estos casos vuelve a presentarse en sus mentes una computadora, posiblemente por la similitud del ordenamiento de las teclas para escribir (buen caso para charlar sobre interfaces), y no parece que imaginen otro uso de un teclado que no esté asociado a un ordenador.

En Dar sentido a la técnica mencionamos que esto es parte de un fenómeno general de “Desvinculación Representacional“, que consiste en que el contenido del discurso y del imaginario de los usuarios en relación con las tecnologías se basa fundamentalmente en los elementos simbólicos de las interfaces que permiten operar sobre las tecnologías.

Estas interfaces, de contenido gráfico y lenguaje natural, se acoplan a las operaciones y mecanismos de funcionamiento de los artefactos, pero no necesariamente representan sus partes. Esto constituye un gigantesco fenómeno asociado a nuestras experiencias cuando una misma base tecnológica permite disociar las estructuras de lo que pueden comunicar las interfaces a los usuarios.

Florencia Salvarezza acercó este link a un grupo de chat: Cuando los ‘bugs’ informáticos eran insectos, que trata de la historia del “bug” en computación, y de paso recorre brevemente la historia de la informática y de las mujeres que han sido clave en su desarrollo. De hecho, una de ellas (Hopper) es la que popularizó la cuestión de los “bichos” informáticos como errores en la informática.

la polilla de Hopper

En el mismo artículo se menciona que en verdad la idea del bug en las fallas ya estaba siendo utilizando (en todo caso “la polilla de Hopper” fue una hermosa coincidencia), o más bien otro ejemplo de cómo nombramos a lo nuevo desde los nombres viejos. Esto fue analizado también por Landow (y luego retomado por Scolari), resumido en esta cita:

Esta aplicación de lo viejo a lo nuevo también tuvo sus limites. Algunos investigadores analizaron el mismo movimiento pero desde una perspectiva menos optimista. Según Landow, cada innovación tecnológica [...] tiende a ser (mal)interpretada en términos de las viejas tecnologías [...] Enfatizar la continuidad nos puede volver ciegos frente a las posibilidades y beneficios de una innovación. Sí, es más fácil entender un coche como si fuera un carro sin caballos o ver a los ordenadores personales como una especie de máquina de escribir. Pero nuestra tendencia a poner el vino nuevo en botellas viejas, tan común en las primeras fases de una innovación tecnológica, tiene un coste elevado: puede volver invisibles elementos diferenciadores y hacernos conceptualizar fenómenos nuevos de manera inapropiada

(Landow, 2003, en Scolari Hipermediaciones)

A veces no se trata solo de nomenclatura, sino que ella es la indicación de que trata de los viejos procedimientos aplicados a las nuevas tecnologías, como lo describe Mc Luhan:

El hombre tipográfico se acostumbró en seguida al cine porque éste ofrece, como el libro, un mundo interior de fantasía y sueños. Como el silencioso lector de libros, el espectador de cine está sentado en la soledad psicológica. Éste no era el caso del lector de manuscritos, como tampoco es el del telespectador. Ver la televisión solo en una habitación de hotel, e incluso en casa, no tiene nada de agradable. La imagen mosaica de la televisión requiere compleción y diálogo. Y lo mismo pedía el manuscrito antes de la tipografía, puesto que la cultura del manuscrito es oral y requiere diálogo y debate, como lo demuestra toda la cultura de los mundos antiguo y medieval. Una de las principales presiones de la televisión ha sido fomentar la «máquina de enseñar». De hecho estos artilugios son adaptación del libro en la dirección del diálogo.' Estas máquinas de enseñar son auténticos profesores particulares, y su desafortunada denominación, siguiendo el principio que ha producido expresiones como «inalámbrico» y «carruaje sin caballos», es otro ejemplo de una larga lista que ilustra cómo toda innovación tiene que pasar por una primera fase en la que el efecto nuevo se consigue con el método antiguo, amplificado o modificado por alguna característica nueva.

Desde la ficción, una película futurista, de corte distópico pero que supo integrar magistralmente humor e ironía en un futuro que se parecía demasiado al pasado, es Brazil (1985). Un enorme sistema de opresión burocrática dispara intrincados procedimientos con consecuencias irreversibles en las vidas de las personas, y en algún caso “por error”: una mosca que cae en la impresión del papeleo del Ministerio de la Información cambiando una letra a un apellido (por lo demás vale la pena verla).

el bicho de Brazil

El bug de Brazil probablemente tiene alguna inspiración en el bug de Hopper, pero previendo que unas décadas después no se trataría de algún error de cálculo sino de errores que intervienen directamente en las personas a medida que los sistemas de información inundan nuestras vidas.

Y los viejos bichos que eran fallas, eran bichos reales. Hoy mantenemos la nomenclatura, y cualquier falla puede ser denominada indiscriminadamente como bug. La desvinculación representacional no es, entonces, exclusiva de los usuarios finales; sino que se produce en los usuarios en cualquiera de las capas de las tecnologías.

Me encanta la metáfora del bicho que hoy se ha vuelto virtual, mientras no nos impida comprender adecuadamente los nuevos fenómenos. Y eso es un esfuerzo adicional que tenemos que hacer frente a cada novedad techie, como chat GPT 4 y 5, y todo lo que seguramente cambiará nuestras vidas.

La posibilidad de comprender los nuevos fenómenos implica que hayamos atravesado la brecha de contemporaneidad (aquella que nos deja con un modelo mental del pasado o lo refresca para comprender lo nuevo). Con una mirada actualizada, las nomenclaturas pierden su importancia y de a poco da lugar a nomenclaturas nuevas.